Aun reconociendo los escasos coleccionistas españoles de los billetes de Puerto Rico emitidos durante su dependencia bajo la corona española, consideramos interesante hacer una exposición de ellos, pues un coleccionista de billetes españoles debe tener una visión lo más amplia posible del conjunto, independientemente del área que abarque su colección, y, por otra parte, queremos mostrar billetes que faltan en todos los catálogos españoles y contextualizarlos en su época.
Para comenzar, un pequeño comentario sobre el nombre de la isla y su escudo, que nos permita comprender los motivos de las viñetas e improntas más conocidas de los billetes portorriqueños.
Colón, en su segundo viaje, puso nombre a la isla denominándola San Juan Bautista. En 1511 Fernando el Católico, como regente de Castilla en nombre de su hija Juana, a instancias del gobernador, otorga a la isla su escudo, siendo éste el primer escudo de un territorio en América.
El escudo, con la leyenda, en latín, “Juan es su nombre”, tiene en la parte central la imagen de un cordero acostado sobre un libro, imagen que se conserva en el imaginario de la isla, por lo que en muchos escritos se la nombra como “la isla del cordero”. Personalmente, me parece la elección del motivo central un tanto impropia ya que la isla está dedicada a San Juan Bautista y el Cordero, el Agnus Dei, si bien esta nombrado por el Bautista en el bautismo de Cristo, al estar tumbado sobre el libro del Apocalipsis, claramente representado con sus siete sellos, parece un conjunto más indicado para referirse al autor del libro profético, San Juan Evangelista más que al Bautista.
Después de la conquista por Juan Ponce de León, Puerto Rico se sostuvo con sus recursos minerales, pero al agotarse estos, la Corona Española tuvo que dar apoyo monetario a la isla con un decreto, en 1584, por el que se obligaba a los virreinatos a contribuir a los gastos, especialmente los militares, de la isla. Estas transferencias de plata se denominaron “El Situado Mejicano”.
El Situado no llegaba con regularidad, a causa de los piratas y huracanes, lo que hizo necesario la aplicación de impuestos a los proveedores extranjeros los cuales pagaban los tributos por medio de documentos de difícil cobro, por lo que Felipe IV obligó a que el pago se realizase con documentos oficiales avalados por la Corona. Se cree que estos pagarés fueron los que dieron la idea de emitir documentos equivalentes a moneda en casos de falta de numerario.
En 1766 se imprimió un papel moneda, aprobado por Real Orden de 22 de Agosto de ese año, y refrendado por segunda vez en 1767, con valor de 8 reales para que circulase por la isla mientras llegaban los recursos del Situado, papel moneda que debía redimirse a la llegada del Situado. El monto de estos billetes fue elevado, ya que se sabe que en 1769, al efectuar el rescate, se recogieron del orden de 88.000 pesos en billetes. Hasta la fecha, y según los investigadores de la Universidad de Puerto Rico, no se conoce ningún ejemplar.
Estos billetes o vales se conocieron en la isla con el nombre de “tengos”, denominación que también se utilizó en la Península para los pagarés al portador emitidos por las casas de banca del siglo XVIII y por alguno de los primitivos bancos, junto con el nombre de “abonaré”.
El 17 de Julio 1781 se emiten nuevos billetes de uno, dos, cuatro y ocho reales y de cuatro pesos, por un valor, según algunas fuentes, de 654.325 pesos, que se recogieron en 1785, aunque esta nueva emisión no solucionó la falta de moneda por lo que fue preciso volver a emitir nuevo papel moneda en 1787 y 1797.
Este papel moneda se imprimió, seguramente, en xilografía sobre papel verjurado. Los ejemplares que presentamos se encuentran en el Archivo de Indias de Sevilla y fueron encontrados y publicados por el profesor Ángel O. Navarro Zayas de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Ponce, en su trabajo de Octubre de 2013 y de donde hemos extraído las imágenes.
A partir de 1810, al comenzar los procesos independentistas de las colonias, dejaron de llegar los Situados por lo que la situación fiscal de la isla se colapsó a pesar de los nuevos impuestos creados y de la venta de bienes públicos, por lo que fue necesario emitir un nuevo papel moneda, según decreto de 31 Agosto de 1812 de la Junta de Real Hacienda.
En 1811 se estableció la Intendencia de Puerto Rico, independiente del gobierno central español, para intentar una administración más próxima que ayudase a solucionar la situación económica. El primer intendente nombrado fue el hacendista D. Alejandro Ramírez.
Desde Septiembre de 1812 a Septiembre de 1813 se emitieron 8 emisiones de vales, 52.000 vales de 4 pesos, 233.500 de 8 reales, 56.000 de cuatro reales, 82.008 de dos reales, 63.984 de un real y 32.500 de medio real (datos de la Contaduría Nacional de Puerto Rico, 25 Sept 1813). Debe recordarse que en ese momento el valor del peso era de ocho reales.
Hay que señalar que se efectuaron falsificaciones de todos los valores, y en bastante cantidad, especialmente del valor de 8 reales ya que los billetes tenían una impresión muy sencilla y la única garantía era la impresión del sello real ya que no se pudo conseguir papel de seguridad. Estos vales o “papeletas” fueron impresos por la Imprenta Nacional de Puerto Rico de forma manual, con planchas xilográficas, pues hasta mediados de 1813 no se tuvo la maquinaria precisa para la impresión con planchas metálicas. La ley contemplaba que el papel moneda fuese renovado periódicamente, nos imaginamos que debido a su deterioro por el uso
Nada más ponerse en circulación este papel moneda comenzó a depreciarse llegando a valer un tercio de su valor nominal a mediados de 1814. Para intentar reconducir la economía se decidió rescatar el papel moneda emitido, con un descuento sobre el nominal, para lo cual se creó la Caja de Amortización el 23 de Noviembre de 1814 con una previsión de amortización del papel en cinco años aunque se consiguió realizarla, gracias a la excelente gestión del Intendente General, prácticamente en su totalidad, en Febrero de 1816.
Conocemos ejemplares de 8 reales emitidos por la Tesorería Nacional, fechados en 1813 y numerados, con la leyenda al margen “1ª Renovación”, y con el Agnus Dei en su anverso. Están impresos sobre papel timbrado de dos reales del año 1806 y 1807 de forma que el sello del timbrado se conserve en la parte posterior del vale. Damos por supuesto que se adoptó este papel para intentar poner remedio a las abundantes falsificaciones que se cometían o, menos probablemente, como aplicación de la ley de renovación de los billetes deteriorados.
En 1813 se emitieron obligaciones de 25 pesos por la Tesorería Nacional a plazos de un año y a cuatro meses, con un interés del 6% y que circularon, igual que los Vales Reales de la Península, por endoso, por lo que pueden asimilarse, en cierta manera, a papel moneda, aunque desconocemos si, como era obligatorio en los vales reales, su aceptación era obligatoria en determinadas condiciones. Estas obligaciones iban firmadas por el tesorero, D. Juan Patiño y el contador José Bacener y con el visto bueno del intendente D. Alejandro Ramírez.
Los problemas que pudiera haber para considerar estas obligaciones como papel moneda de curso normal serían, en primer lugar, que pagaban un interés muy elevado, lo que originaría que el valor efectivo fuese casi de 26,50 pesos cuando le quedasen pocos días para ser amortizado, y, en segundo lugar, que este interés supondría un gran gasto para la Tesorería. Vemos que ambas dificultades se resolvieron, porque en muchos de los ejemplares pone, a pie de página, “Que de esta cantidad no se abona premio alguno”, o “los premios de esta obligación se pagarán en papel”, es decir, que la solución consistió en no pagar intereses o, al menos, no en plata.
En 1814, basándose en la orden de la Regencia del Reino, de fecha 29 de Junio de 1813, se emiten nuevos ejemplares de papel moneda, realizados en la Imprenta Nacional ya por procedimientos mecánicos, posiblemente para renovar los billetes de emisiones anteriores. Estos billetes solo tienen impresión en el anverso y desconocemos si se emitieron más valores ya que todo lo que sabemos de esta emisión es el conocimiento físico de los ejemplares circulados.
En 1815 el intendente Alejandro Ramirez de Estenos encarga a Filadelfia billetes de 3 y 5 pesos, a la imprenta Murray, Draper, Fairman & Cº, imprenta fundada en 1795, especializada en documentos de seguridad, y que, asociándose a otras firmas, se convirtió en 1858 en la American Banknote & Cº.
La impresión se realizó en el mismo tipo de papel que los billetes de banco particular estadounidense de la época, muy fino y no apto para soportar humedades elevadas, propias de clima tropical, lo que junto a la corrosión producida por la tinta de las firmas, ocasiona que los ejemplares que se encuentran estén muy deteriorados.
Estos billetes, el primero con la imagen del escudo de España y el segundo, con la imagen de Fernando VII, tienen impresión solamente en el anverso, estando numerados, fechados y firmados por el intendente Ramírez y el tesorero José Bacener, de forma manual. No hay documentación oficial de la Corona española autorizando esta emisión. Estos billetes fueron destruidos en Enero de 1825, por la administración estadounidense, por lo que son extraordinariamente escasos.
De ambos billetes conocemos, también, ejemplares sin número, firmas ni fecha, impresos sobre papel sin recortar en sus cuatro márgenes, por lo que consideramos que son muestras de plancha ya que los billetes definitivos eran impresos en pliegos de cuatro ejemplares y posteriormente recortados, aunque dado su gran conservación son muy interesantes para los coleccionistas.
A excepción de la obligación de 1813, que se encuentra con facilidad, todo el papel moneda que hemos citado es muy raro, y en el caso de los primeros ejemplares son piezas únicas, por lo que los precios en el mercado coleccionístico es elevadísimo, acorde con su rareza, a lo que hay que añadir que es muy demandado por coleccionistas de EE.UU.
(Continuará)