Sin embargo, en este billete no sucede as�. La novedad la encontramos en la esquina opuesta a donde aparece el retrato de B�cquer, aqu� Alfonso S�nchez Toda grab� la representaci�n de una de las rimas del escritor sevillano. Esta peculiaridad no la volveremos a ver en ning�n otro billete espa�ol.
En el reverso, la imagen de una dama de corte rom�ntico centra la composici�n, aparece sentada en un exterior, leyendo un libro a la luz de la tarde, est� tocada con un sombrero con plumas, se distinguen los encajes de su vestido y protege su piel con un parasol. Esta mujer est� flanqueada por la marca al agua en la que se ve una dama con el mismo toque rom�ntico que la ya citada, y parte de la catedral de Sevilla, de donde es oriundo el escritor, en el cielo las golondrinas vuelan entre las grandes nubes blancas; esta composici�n se la debemos a Jos� Luis S�nchez Toda. Este billete fue encargado por el Banco de Espa�a 19 de noviembre de 1965, pero no se puso en circulaci�n hasta el 2 de diciembre de 1970, coincidiendo casi con el centenario de la muerte del poeta. Fue retirado de la circulaci�n el 10 de mayo de 1978, conviviendo con el de Manuel de Falla y los primeros billetes de la reci�n restaurada monarqu�a.
Su tirada fue de 442.138.000. Hubo varios contratos para su fabricaci�n, el primero de 200 millones, el 18 de junio de 1971 se ampli� en 100 millones m�s; el 26 de julio de 1972 a 64 millones y con 40 millones m�s el 27 de diciembre de 1972. Los hubo sin serie, con las letras de la A a la Z, y del 1A al 1T. Su tama�o fue de 139 x 88mm.
(Para ver correctamente estos billetes, pueden hacer click sobre la imagen de los mismos y les redireccionar� a la tienda especializada.)
Gustavo Adolfo Dom�nguez Bastida (Sevilla 1836 � Madrid 1870) es, junto a Rosal�a de Castro, el m�ximo exponente de la poes�a posrom�ntica. Su obra influenci� a Rub�n Dar�o, Antonio Machado, Juan Ram�n Jim�nez y a los poetas de la generaci�n del 27. Se le considera el iniciador de la poes�a espa�ola contempor�nea.
Naci� en febrero de 1836 en Sevilla. Su padre era descendiente de una familia flamenca, los Becker o B�cquer, comerciantes de pa�os, que se estableci� en la capital Hispalense en el siglo XVI. Tanto su padre como su hermano mayor: Valeriano, se dedicaron a la pintura y los tres adoptaron el apellido de sus antepasados para firmar sus obras. A la temprana edad de 10 a�os qued� hu�rfano de ambos progenitores, y aunque fueron acogidos por una t�a materna, los dos hermanos siempre se cuidaron entre s�. La falta del padre hizo que Gustavo Adolfo dejara sus estudios de pintura. Ingres� en el Real Colegio de Humanidades de San Telmo, donde conocer�a a su gran amigo Narciso Campillo.
Se traslada a Madrid en 1854 con el deseo de hacer carrera literaria con su proyecto Historia de los templos de Espa�a, que no obtuvo el �xito deseado, publicando s�lo un tomo. Para poder vivir se dedic� al periodismo y a adaptar obras teatrales extranjeras, sobretodo francesas, con su amigo Luis Garc�a Luna, adoptando ambos el seud�nimo de �Adolfo Garc�a�.
Los primeros s�ntomas de tuberculosis aparecen en 1857, cuando trabajaba en la Direcci�n de Bienes Nacionales. Super� esta primera crisis gracias a su patrona y a su hermano, pero un a�o despu�s, estando en Sevilla, tuvo que permanecer nueve meses en cama. Es en su convalecencia cuando publica su primera leyenda y conoce a Julia Esp�n, con la que mantuvo una relaci�n hasta que ella le abandon� en 1860. Ella ser�a su musa en las Rimas m�s tristes que el poeta recogi� en esta obra.
Un a�o despu�s se desposa con Casta Esteban, con la que tiene tres hijos. Este matrimonio nunca fue feliz y Gustavo se refugi� en el trabajo y en la compa��a de su hermano Valeriano, a qui�n acompa�aba en sus escapadas a Toledo para pintar. Estos fueron los a�os m�s fruct�feros del escritor (1861-65), que compuso la mayor�a de sus Leyendas, escribi� cr�nicas period�sticas y redact� las Cartas literarias a una mujer, en las que expone sus teor�as sobre la poes�a y el amor. Pas� una temporada en el monasterio zaragozano de Veruela, para recuperarse de un nuevo ataque de tuberculosis, es aqu� donde escribe: Cartas desde mi celda, en las que re�ne un conjunto de descripciones paisaj�sticas.
A partir de 1866 los asuntos econ�micos empiezan a mejorar, obtiene el empleo de censor oficial de novelas y deja sus cr�nicas period�sticas para concentrarse en sus Leyendas y en sus Rimas, que fueron publicadas en parte en �El Museo Universal�. Pero en 1868 a�o de la revoluci�n conocida como La Gloriosa, en la que Isabel II tuvo que huir de Espa�a, pierde su trabajo y su esposa, le abandona.
Se traslada a Toledo, donde vive con su hermano para terminar de componer el manuscrito de las Rimas, cuyo primer original desapareci� en el saqueo de su casa durante la revoluci�n. De vuelta en Madrid, le nombran director de la revista �La Ilustraci�n de Madrid�, en la que trabaja con Valeriano, que se encarga de las ilustraciones. El fallecimiento de su hermano en septiembre de 1870, sumi� en una depresi�n a Gustavo que presintiendo su muerte pr�xima, le entreg� los originales de sus obras a su amigo Narciso Campillo, para que se hiciera cargo de ellos tras su muerte. Casi tres meses despu�s de la muerte de Valeriano, fallece, un 22 de diciembre de 1870.
En su lecho de muerte hab�a pedido que publicaran sus obras y que cuidaran de sus hijos. Es Casado Alisal el que se pone a la cabeza de este empe�o y en 1871 salieron en dos vol�menes sus Obras Completas, a�adiendo otros escritos a medida que iban saliendo otras ediciones.
Gustavo Adolfo B�cquer fue enterrado en el nicho n�mero 470 del patio del Cristo, en la Sacramental de San Lorenzo y San Jos� en Madrid. En 1913 los restos de los dos hermanos fueron trasladados a Sevilla, reposando en la antigua capilla de la Universidad y desde 1972 en el Pante�n de los Sevillanos Ilustres, ubicado en la iglesia de la Asunci�n.
Vemos en detalle el anverso del billete en el que aparecen una pareja vestidos seg�n la moda de la �poca, que caminan por un jard�n. En el otro fragmento, que aparece detr�s de la cabeza del escritor, vemos las golondrinas que nos evocan el poema: Volver�n las oscuras golondrinas.
en tu balc�n sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamar�n.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
�esas... no volver�n!.
Volver�n las tupidas madreselvas
de tu jard�n las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde a�n m�s hermosas
sus flores se abrir�n.
Pero aquellas, cuajadas de roc�o
cuyas gotas mir�bamos temblar
y caer como l�grimas del d�a...
�esas... no volver�n!
Volver�n del amor en tus o�dos
las palabras ardientes a sonar;
tu coraz�n de su profundo sue�o
tal vez despertar�.
Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; deseng��ate,
�as�... no te querr�n!
Bibliograf�a:
-
A.A.V.V.: Cat�logo especializado. Billetes de Espa�a. Editorial Edifil. 3� Edici�n. Madrid, 2002.
-
B�CQUER, Gustavo Adolfo: Rimas y Leyendas. Colecci�n Austral. Ed. Espasa Calpe. 6� edici�n. Barcelona, 1943.
-
SANDERS, Robert: Leyendas y arquetipos del Romanticismo espa�ol. Portland State University Library. Portland, Oregon. 2016.