Tras la batalla de Salta de 20 de febrero de ese mismo a�o el Ejercito del Norte de las Provincias Unidas del R�o de la Plata, comandado por Manuel Belgrano, ocup� la Villa de Potos�. Siguiendo instrucciones de la Asamblea Constituyente de Buenos Aires de fecha 13 de abril de este a�o, �y conforme a la propuesta del diputado Pedro Jos� Agrelo, se batieron en esta ceca monedas de la misma ley y peso que las espa�olas, cambiando sus leyendas e iconograf�a.�
En su anverso llevan un escudo creado por la propia Asamblea, sin el sol que lo encabezaba, sin adornos en la moneda arg�ntea y con dos ca�ones, un tambor y cuatro banderas en las �ureas, la leyenda �En Uni�n y Libertad�, el monograma PTS de la ceca, la sigla de ensayador J, de Jos� Antonio de Sierra, el valor en n�meros ar�bigos y las letras S-los escudos- y R-los reales. En su reverso portan tanto las monedas de oro como las de plata, conforme a lo ordenado por la Asamblea, un sol con 32 rayos, 16 rectos y otros tantos oblicuos, con ojos, cejas, boca, nariz y barbilla, y la leyenda �Provincias del R�o de La Plata�.
�El canto de las monedas de oro est� decorado con estr�as en oblicuo, y el de las de plata con hojas de laurel. En esta considerada primera emisi�n argentina se encontraban todas las monedas del sistema de la plata ente los medios y los ocho reales, y en oro se acu�aron todos los valores del sistema, desde los escudos sencillos a las onzas de ocho escudos.
�Una vez se pusieron en circulaci�n, a partir de finales de junio, estas monedas no fueron aceptadas por el p�blico, ya que en el comercio se consideraba incomprensible este nuevo cu�o, por lo que el Supremo Poder Ejecutivo de Buenos Aires tuvo que decretar el 28 de julio de ese a�o su curso forzoso, al ser de la misma ley y peso que las emisiones espa�olas precedentes.�
General Jos� Mar�a Paz.
Como afirmaba el general Jos� Mar�a Paz, testigo de los sucesos, la Casa de Moneda, vuelta a su giro ordinario, abastec�a con abundancia de moneda met�lica al comercio, y daba la bastante al ej�rcito. En su retirada el Ej�rcito del Norte cargaba, seg�n las palabras del mismo autor, con todo el dinero sellado y sin sellar que se encontraba en la misma, y afirmaba que entre las cargas abandonadas en la retirada salv� una compuesta de alhajas de diamantes y tejos de oro de un valor superior a cuarenta mil duros.�
El general Manuel Belgrano.
La orden de partida se dio el mismo d�a 18 por la ma�ana, saliendo de la ciudad Belgrano con una columna de infanter�a a las tres de la tarde, y quedando en ella unos ochenta hombres al mando del general D�az V�lez. Dado que la poblaci�n se iba reuniendo alrededor de la Casa de Moneda, se mandaron patrullas para disolver a los grupos. Se inform� asimismo paulatinamente a los habitantes de las casas de alrededor de la ceca que deb�an abandonarlas, al irse a volar la misma con un gran dep�sito de p�lvora, si bien Paz afirmaba que la mayor parte de la poblaci�n sigui� encerrada en sus casas.
En la sala de la fielatura, en el centro de la Casa de Moneda, se hab�an colocado por orden expresa del general Belgrano gran cantidad de barriles de p�lvora, para cuya inflamaci�n deb�a dejarse una mecha de duraci�n suficiente para permitir la retirada del ej�rcito. Cerca del ocaso D�az V�lez orden� encender la mecha y cerrar las puertas, y dado que no aparecieron las llaves s�lo se emparejaron y los �ltimos soldados salieron de la ciudad. Paz recog�a que se detuvieron a una legua de la ciudad, deseando gozar en su totalidad del terrible espect�culo de ver volar en fracciones un gran edificio i quiz� media ciudad.
�Al no producirse la explosi�n, Belgrano orden� al capitan de artiller�a Juan Luna que entrase en la ciudad con 25 jinetes para volver a encender la mecha, de lo que tuvo que desistir por la m�s que probable oposici�n de los habitantes de la ciudad y por la cercan�a de las tropas realistas. La misma no se produjo porque el oficial mayor de la plaza, apellidado Anglada, hab�a ocultado las llaves y, qued�ndose escondido, cort� la mecha que conduc�a a la bocamina.
��H�roe o villano? Para Mu�oz Cabrera este oficial, que afirmaba era boliviano, tuvo una feliz inspiraci�n al evitar que se consumase aquel hecho horrible, salvando con ello este edificio monumental. A pesar de deshacerse en toda su obra en loas al general Belgrano, afirmaba taxativamente:
�No es posible dejar de lamentar la especie de estravio mental que inspiro al jeneral Belgrano el b�rbaro proyecto de hacer volar la casa de moneda de Potos�, situada en la parte mas central de la poblacion; i los que conocieron y apreciaron las altas virtudes i esp�ritu caritativo de este jeneral no dejarian de sorprenderse al saber que fu� suyo tan temerario proyecto.
�Paz refer�a en sus Memorias su conversaci�n durante la retirada con Tom�s Manuel Anchorena, secretario de Belgrano, que vers� sobre el frustrado intento de la voladura de la ceca, afirmando que se tom� la libertad de reprobarlo altamente, mientras que Anchorena lo sostuvo, alegando que adem�s de privar al enemigo de tan valioso recurso se hubiese conseguido arruinar un pueblo que siempre hab�a sido y seria enemigo nuestro.�
En cuanto a Anglada, a quien casi sin ninguna duda debi� conocer personalmente, afirmaba que era mendocino, y que se habr�a relacionado con personas enemigas a la causa, y particularmente con una se�ora que era muy realista. No dudaba de que fue �l quien ocult� las llaves, cort� la mecha y se present� al enemigo, que le acogi� bien por el importante servicio realizado y lo emple� en el ej�rcito, donde seg�n su testimonio no jug� un papel distinguido, dado que no pudo hacer olvidar a sus nuevos patronos que era un traidor.
��Podr�a tratarse de Francisco Anglada? Probablemente no sea m�s que un caso de homonimia, dado que no he encontrado ninguna referencia a su nombre de pila entre los documentos y cr�nicas coet�neas que se refieren a esta acci�n. Pero hay algunos indicios, siempre guardando las debidas reservas y esperando encontrar datos debidamente contrastados, que parecen apuntar a esta posible atribuci�n.
�Este oficial realista y posteriormente boliviano era seg�n algunos autores oriundo de la actual Argentina. La ciudad de Mendoza, que los primeros 215 a�os de su historia perteneci� a la Capitan�a General de Chile, fue integrada junto con el resto de Cuyo en el Virreinato del R�o de la Plata en 1776. Sin embargo, seg�n el Diccionario Hist�rico del Departamento de la Paz el luego general Francisco Anglada habr�a nacido en Montevideo el 4 de noviembre de 1788. En el �ndice del Archivo del Gobierno de Buenos Aires de 1810 encontramos una solicitud del d�a 8 de junio de un tal Francisco de Borja y Anglada, para ser admitido en clase de cadete, agregado al batall�n n� 1.
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Es citado como sargento mayor y teniente coronel, y calificado de intr�pido por el general realista Juan Ram�rez Orozco, que combati� en las batallas de Vilcapugio y Ayoh�ma antes citadas como Jefe de Estado Mayor de Joaqu�n de la Pezuela, en sus comunicaciones durante las campa�as contra los insurgentes de Cuzco, y consta asimismo que fue herido en combate y a�n as� tom� la bandera de los enemigos por un informe enviado por Ram�rez a Joaqu�n de la Pezuela, fechado en el Cuartel general de la Paz el 2 de noviembre de 1814.
�En el Archivo General de Indias,� Lima, 754, N.26-1, se conserva la carta n� 135 del virrey Jos� Fernando de Abascal, Marqu�s de la Concordia, a Pedro Cevallos, secretario de Gracia y Justicia, de 17 de mayo de 1816, en la que se informaba del nombramiento del sargento mayor graduado de teniente coronel Francisco Anglada, como subdelegado interino del partido de Yungas, en la Provincia de La Paz, por los recomendables servicios realizados en el Ej�rcito del Alto Per�, que eran dignos de una particular atenci�n. En la misma aparece reproducido asimismo el testimonio del oficial, fechado el 13 de noviembre de 1815, que afirmaba que se excusaba de referir sus servicios al Soberano, puestos de manifiesto por los partes del Se�or General Reconquistador del Cusco.�
De ser as�, no ser�a la �ltima vez que cambi� de bando, dado que, seg�n Urcullu con el grado de comandante, se pas� al ej�rcito de Sucre a comienzos del a�o 1825, en los estertores del gobierno espa�ol en Sudam�rica, debidos a la sublevaci�n absolutista de Pedro Antonio de Ola�eta contra el virrey Jos� de la Serna, que fractur� la defensa del Per�, y a la acci�n conjunta de los ej�rcitos de Sim�n Bol�var y Antonio Jos� de Sucre.
�En la Guerra Civil peruana de 1835-1836 le encontramos con el grado de general de brigada en el ej�rcito de Andr�s de Santa Cruz, y presidi� el Consejo de Guerra que firm� la sentencia de muerte de Felipe Santiago Salaverry, Jefe Supremo de la Rep�blica del Per�. En 1839 desempe�o la Intendencia de Polic�a de la Paz, y falleci� el 16 de julio de ese a�o por una atrofia al coraz�n. Seg�n el Diccionario Hist�rico del Departamento de La Paz, estuvo casado con Mar�a Mercedes Goyeneche, que muri� el 11 de mayo de 1838.
�Su caso no es �nico, sino uno m�s en una �poca marcada por la violencia, por el caudillismo, por los enfrentamientos fratricidas y por ominosas guerras a muerte, que hicieron cumplirse el pron�stico que Sim�n Bol�var hizo en su carta al general Juan Jos� Flores, primer presidente de Ecuador. En ella afirmaba que para ellos la Am�rica era ingobernable, que quien serv�a a una revoluci�n araba el mar, y que caer�a infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para despu�s pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos los colores y razas. La revoluci�n devor� a sus pr�ceres.
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