Artículos Numismática

La mitología y la moneda: Esparta

Por José A. Jiménez Peris

Miércoles 03 de junio de 2015
Desde una perspectiva monetaria, el interés que despierta Esparta es debido a su comportamiento antisistema. Mientras el resto de las polis griegas buscaban su propio progreso y, por ende, favorecían la pujanza económica de la Hélade, Esparta nadaba contracorriente con las leyes de Licurgo que invalidaban de hecho el dinero, reprimiendo la codicia y tratando de mantener un régimen económico autárquico, que impidiera el asentamiento de comerciantes y artesanos extranjeros.

No obstante Homero, en La Ilíada, ya la destacaba como una poderosa ciudad durante la civilización micénica, resaltando que fue en ella donde se produjo el factor desencadenante de la Guerra de Troya, conflicto que tanto influyó en la destrucción de una espléndida cultura y el consiguiente hundimiento socioeconómico de Grecia, del que no se recuperaría hasta varios siglos más tarde con la aparición de las polis. Pero comencemos por el principio.

Relatos tan antiguos que se confundían con la noche de los tiempos afirmaban que Eurotas, hijo de Océano y Tetis, drenó la ciénaga de la desembocadura de un río del Peloponeso y le dio su nombre. Al carecer de descendencia masculina, legó el territorio al marido de su hija Esparta, Lacedemón, hijo de Zeus. El territorio fue llamado Lacedemonia y la capital Esparta.

Cuatro generaciones después accedió al trono Tíndaro, casado con Leda con quien engendró a Cástor, Polideuces (Pólux en la cultura latina), Helena y Clitemnestra, entre otros, aunque una tradición sostenía que Pólux y Helena eran hijos de Zeus, quien, transformado en cisne,había yacido con Leda la misma noche que su marido.

Tintoretto (1518-1594) “Leda y el cisne”. Galería de los Uffizi Florencia.

Años después llegaron a la corte espartana, Agamenón y Menelao, procedentes de Micenas de donde fueron expulsados por su primo Egisto tras dar muerte al rey Atreo, padre de los exiliados.

La leyenda nos cuenta que Helena era una mujer muy bella y que una infinidad de nobles griegos aspiraban a su mano, de tal forma que Afrodita se sentía celosa observando cómo los hombres abandonaban sus templos para acudir cerca de Helena. Tan grande era su inquina que se propuso castigarla duramente en cuanto se le presentara la ocasión.

La rivalidad entre los pretendientes de la princesa espartana era muy enconada y Tíndaro, aconsejado por Odiseo (Ulises), propuso que ella eligiera el marido y que los demás aceptaran su elección y se comprometieran a prestarles ayuda si la reclamaban. Todos juraron y Helena eligió a Menelao.

Por aquellos tiempos, el mortal Peleo y la divina Tetis, futuros padres de Aquiles, se unieron en matrimonio y fueron invitados a la boda algunos mortales y todas las divinidades excepto la diosa de la discordia, Eris, aunque ésta se presentó en el banquete con una manzana dorada en la que aparecía la inscripción: “para la más hermosa” y la arrojó hacia el grupo que formaban Afrodita, Hera y Atenea. Las tres reivindicaron la propiedad alegando que cada una era más bella que las demás y como no alcanzaban un acuerdo, rogaron a Zeus que diera su opinión, pero éste, para evitar el conflicto que le supondría elegir entre su tía-abuela, esposa e hija, propuso que Paris, el príncipe troyano, hiciera la elección.

“Eris ofreciendo la manzana de la discordia”. Jacob Jordaens. Museo del Prado.

Hera intentó que el veredicto del joven le fuera favorable asegurándole a cambio un reino, Atenea le ofreció sabiduría, fama y gloria en la batalla, y Afrodita prometió entregarle la mujer más hermosa del mundo. Paris eligió a Afrodita.

“El juicio de Paris”, Pedro Pablo Rubens, hacia 1638 - 1639. Museo del Prado.

Más tarde y por motivos diplomáticos, el joven tuvo que viajar a Esparta, donde fue recibido hospitalariamente por los reyes. Durante su estancia, Menelao tuvo que ausentarse para asistir al funeral de su abuelo materno en Creta y Afrodita aprovechó la ausencia para consumar su venganza, haciendo que el amor más apasionado naciera entre Helena y Paris. La irrefrenable pasión los impulsó a huir buscando refugio en Troya.

Menelao, a enterarse de la traición, recordó el compromiso de los nobles y convocó a los juramentados para que cumplieran la promesa. Así se inició la Guerra de Troya y después comenzó la decadencia.

Sin embargo, el relato homérico no está de momento confirmado por las exploraciones arqueológicas y resulta más real creer que la decadencia de la civilización micénica se produjo a causa de la invasión doria.

Los dorios conquistaran Lacedemonia o Laconia, como también era conocida, en torno al 1100 a.C. y los habitantes autóctonos, Ilotas, fueron convertidos en esclavos y tratados cruelmente. Los invasores eran los únicos ciudadanos con plenos derechos en la ciudad-estado.

Licurgo, su legendario legislador, promulgó la constitución del territorio, quizá en el siglo IX a.C., estableciendo para Esparta un régimen militar.

Los invasores se dedicaban a las tareas de gobierno y a actividades militares, deportivas y cinegéticas. El comercio era competencia de los periecos, hombres libres sin poder político, y la agricultura y el resto de actividades productivas quedaban en manos de los ilotas, que constituían la mayor parte de la población.

La forma de gobierno era la diarquía con poderes militar y religioso, pero la verdadera autoridad residía en el Senado, llamado Gerusia, que estaba compuesto por 28 ancianos de más de 60 años.

El régimen militarista trataba de mantener el control de la minoría dominadora sobre la mayoría de la población esclavizada y para conseguirlo implantaron un régimen educativo muy estricto que se aplicaba desde el nacimiento. Toda la población, incluidas las mujeres, era instruida en las virtudes castrenses, la sobriedad en las costumbres y la afición por el ejercicio. Los matrimonios se admitían por su función reproductora y aquellos que resultaban estériles se disolvían. Los niños que nacían débiles eran abandonados para que murieran y los sanos se entregaban al Estado para su educación.

“Jóvenes espartanos adiestrándose”. Edgar Degas. National Galery.

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Esparta alcanzó la hegemonía en Lacedemonia en el siglo VIII a. C. y se constituyó en su capital. Fundó la colonia de Tarento en el sur de Italia, sin embargo a partir del siglo VI a.C. se aisló del exterior prohibiendo los viajes y reduciendo el comercio al mínimo. De ahí que su influencia en la economía griega fuera muy inferior a otras muchas polis.

Esparta no quiso adoptar la moneda de metales preciosos y las que circulaban eran de hierro con un valor facial inferior al del material que las componía, porque se las templaba con vinagre para que el metal no pudiera reutilizarse. Además, eran grandes y pesadas para dificultar los robos y evitar el acaparamiento.

A partir de finales del siglo III a. C. aparecieron escasos ejemplares de plata.

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Tetradracma batido entre 227-222.

Anverso: Cabeza diademada de Cleomenes III, rey espartano.

Reverso: Estatua de Artemisa blandiendo una lanza en su mano derecha y sosteniendo un arco en la izquierda con las letras griegas alfa y lambda a ambos lados.

Al principio del siglo II a. C. la Liga Aquea obligó a Esparta a unirse a la coalición de ciudades y se alteraron las costumbres espartanas, al menos, durante un tiempo. Se emitieron monedas con los símbolos de la Liga

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Hemidracma acuñado en el seno de la Liga Aquea entre 175-168 a. C.

Anverso: Cabeza laureada de Zeus con orla de puntos.

Reverso: Monograma en el centro y las letras Υ Α Ε Λ dentro de una corona de laurel.

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Hemidracma batido en el seno de la Liga Aquea entre 175-168 a. C.

Anverso: Cabeza laureada de Zeus.

Reverso: AX monograma, Cabezas de los Dioscuros a cada lado, LA encima, QE abajo, todo dentro de una corona de laurel.

Las tensiones de los espartanos con sus aliados se recrudecieron y la ciudad fue atacada por la Liga. Roma intervino defendiéndola y quedó vencedora, pero Esparta y su filosofía de vida quedaron muy debilitadas pasando a ser una ciudad de segundo nivel.

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Hemidracma batido hacia 85 a. C.

Anverso: Cabeza laureada de Zeus.

Reverso: Cabezas de los Dioscuros (Cástor y Pólux) a ambos lados de un monograma AX, una I sobre una L arriba y E Y abajo, todo rodeado con una guirnalda de laurel.

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Bronce emitido entre 35-31 a. C.

Anverso: Cabezas de los Dioscuros con gorro laureado.

Reverso: Las letras L-A, dentro de una corona de laurel.

Bibliografía

“Historia Antigua”. A. Santamaría. Textos Prensa española.

“La Iliada”. Homero. Ediciones Petronio S. A.

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José A. Jiménez Peris



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